Thursday, April 26, 2007

De matrimonios y templos




El debate público en Puerto Rico es generalmente incoherente, pero este que llama mi atención bota la bola. Cuando las estadísticas de divorcio y de la violencia en las relaciones de pareja rompen todos los récords en nuestro país, cuando muchos se plantean que los cambio sociales y culturales provocan que muchos, todos los días, rompan con las tradiciones, unos sectores claman porque les otorguen el dudoso privilegio de entrar en un contrato económico con altísimo contenido religioso y valorativo que parece ir de capa caída. Cada día más parejas jóvenes y heterosexuales rechazan el “privilegio” que otorga la tradicional institución del matrimonio para optar por formar uniones de nueva definición. Empiezan por no solicitar los permisos, llamados licencias, que el estado otorga para juntarse, y actúan por la libre en búsqueda de lo que todos perseguimos, la felicidad.

El matrimonio, en muchas sociedades, se ha tornado en una institución obsoleta cuya razón de ser originaria hace ya rato que desapareció. No medimos su vigencia por cuantas ceremonias se celebran anualmente, o por cuantos trajes, revistas de bodas y sus accesorios y por cuantas listas de regalos se llenan todos los años en las más importantes tiendas por departamentos, si no midiendo cuántos duran lo que un buen aguacero. Solo basta mirar la cantidad de gente que al mes de casados o al año, pero generalmente en un corto tiempo, deciden que eso no es para ellos y comienzan a pensar en el divorcio si no es que inician sus trámites. Miremos a los que después de 20 o 30 años de casados deciden igual. La formalidad del contrato matrimonial parece servir para muchas cosas menos para lo que originalmente los hombres o los poderes y las religiones, actuando en concierto como usualmente hacen, se lo inventaron.

Con el logro de mayores libertades y reconocimiento social a los derechos de la mujer, y con la pérdida de la definición de la mujer como cosa y como posesión, el matrimonio empezó a cambiar. Aclaro que trato de no hacer juicio sobre la conveniencia o corrección de esos cambios, por supuesto que estoy de acuerdo, la intención es la de mirar el debate actual y describir su incoherencia interna.

Las celebraciones matrimoniales que vemos reseñadas en los periódicos parecen servir, por lo menos las más publicitadas, para exhibir el poder económico y por supuesto adquisitivo de las partes del contrato, o el de sus padres. El traje caro de diseñador o de tienda por departamento, la pomposidad y decoración de la ceremonia y la fiesta siempre a cargo de algún costosísimo coordinador, sumada a la recepción carísima con menú en francés y champaña que le acompañan, son algunos de los detalles que se destacan en esos eventos. En muchos casos, la bodita resulta más costosa que el precio de una humilde residencia, o por lo menos que su pronto pago. La luna de miel, toda una ficción literaria, se planifica para que sea en los lugares más noveles, o con la tradición romántica que aumenta su costo, sea en las islas de Asia, en el celebrado París o en cualquier equivalente a los Poconnos de la pos guerra en los años 50. Todo planificado y pagado con gran detalle y esmero para que quede claro que los contrayentes o sus parientes pueden darse el lujo de costearlo. Muchas veces las cuentas duran más que la unión y otras la pareja realmente celebra el preámbulo de la separación. Porque ya llevaban varios años conviviendo y el matrimonio es el cierre o el último intento de arreglar la cosa.

Es la boda en fin, una formalidad o una celebración de un acto social que ha venido cambiando, que ha venido aceleradamente perdiendo su contenido inicial mientras se queda igual. Esta histórica unión entre gentes, con un alto contenido religioso, o sea de dogmas que obligaban a todos a quedarse casados so pena de la exclusión religiosa o social hasta la muerte, ha sido utilizado siempre para amarrar las obligaciones y deberes de las gentes con un contrato legal, indisoluble. Contrato que tenía el propósito de garantizar el orden y asegurar la concentración de la tenencia de la propiedad privada y la riqueza en manos de los clanes de los poderosos. Por eso el matrimonio por mucho tiempo fue un evento de ricos y los demás sencillamente se arrejuntaban a vivir. Las iglesias, que siempre han representado y servido al interés dual de mantener el orden necesario para los poderosos y de consolar a lo pobres de las penurias de serlo, se suman al poder para formalizar y dar contenido moral y dogmático a un evento cuyo contenido real ha sido siempre uno económico y del estado. Si no es así, ¿por qué es el estado el que da permisos y junto a las iglesias los únicos autorizados para celebrarlo? Porque al igual que el conducir vehículos de motor el matrimonio es una actividad de mucho interés social y económico y por tanto una altamente regulada.

Hoy, la institución separada de los valores e intereses que le dio razón de ser, evidencia claramente su obsolencia y su inutilidad para muchas personas. En medio de esa realidad muchos lugares del mundo se debaten si la sociedad le debe otorgar o no el privilegio de contraer matrimonio a personas, seres humanos como nosotros, que no caben en las definiciones de sociedades anteriores y de religiones ancestrales. Claro, como en Puerto Rico siempre estamos en todas, aquí también lo discutimos. Incoherentemente pero lo discutimos. Con los que menos pueden, las iglesias, diciéndonos que hacer, pero lo discutimos. Yo propongo que paremos el debate aquí. Total si los que se supone que estén oyendo las opiniones de otros ya dijeron que podian desgañitarse hablando que ellos tenían su mente hecha y que no iban a aprobar cambio alguno. Propongo que en lugar de enmendar y ampliar una cosa venida a menos y en peligro de extinción, peligro este provocado por los cambios y por los deseos y libertades de los que hoy disfrutan del supuesto privilegio, nos concentremos en abolir la institución como la conocemos, pero abolirla para todos.

Les propongo que separemos el grano de la paja. Primero, dejemos las creencias religiosas y los dogmas para los creyentes. Que estos hagan todas las ceremonias que interesen hacer. Para todos, religiosos o no, heterosexuales o no, debemos crear un contrato civil, con derechos y obligaciones para todos, sin distinción de géneros o de combinaciones de éstos. Contratos en los cuales podemos entrar más conscientes de su contenido material y no revestido de ficciones y falsedades. Contratos en los cuales entremos libremente, voluntariamente y no obligados por creencias religiosas o de moralidades definidas por una religión en particular, cualquiera que sea ésta. Liberemos a los hombres y a las mujeres de cuentos de camino y convirtámonos todos en seres capaces. Seres que motivados únicamente por los deseos libres de construir vidas con quienes deseemos, nos interesemos en darle las formalidades que entendamos necesarias para esa convivencia. Sin trabas, sin ficciones. Tal vez, si hacemos las cosas sabiendo lo que hacemos, nos duren más.

Propongo entre otras, que al redactar el contrato atendamos, además de los asuntos económicos, la obligación principal que debemos atender dentro del acuerdo, esto es los asuntos relacionados con los hijos menores producto de esas relaciones, los tengamos ya por nacimiento, indistintamente de la forma de inseminación, o ya por adopción. Porque estos son algunos de los asuntos relacionados al matrimonio o a las uniones que nuestra sociedad no esta atendiendo adecuadamente. El contrato debe incluir cláusulas sobre todos los asuntos importante, debe incluir condiciones acordadas por las personas cuando todavía se quieren y cuando todavía existe la buena fe. No dejemos esos asuntos sueltos para resolverse cuando la gente lo que quiere es arrancarse la cabeza mutuamente aunque usen a los hijos como machetes. No dejemos esos asuntos en manos de personas que realmente no saben, que no pueden saber y que nunca sabrán con certeza que ocurre allí en el seno de ese grupo familiar, llámense jueces, trabajadores sociales o sicólogos. Porque por más experto que sea el psicólogo, lo único que logra son aproximaciones y no certezas. Porque los hijos terminan siendo en el caso de muchos matrimonios, un adorno más, un bien adquisitivo más, parte de los adornos de la post boda, que también convertimos en parte desechable de la relaciones temporeras en las cuales estamos entrando.

Las lealtades personales, las fidelidades, la dedicación al bienestar de otros, no se legisla, ni para los heterosexuales, lo cual es evidente, ni para los que no lo son. Atrevámonos a romper las hipocresías y abolamos la institución que hace rato perdió su contenido. Y no me digan que para algunos las tiene. Si eso es cierto, si para algunos tiene importancia, si para algunos tiene contenido es porque los individuos se la dan. Porque de esos matrimonios que terminan en divorcios, todos se celebraron entre heterosexuales y una proporción altísima se celebró, entre creyentes y entre los que hoy se oponen al matrimonio ampliado, y casi todos se celebraron en iglesias y templos. Para esos, que siga la celebración.

Sunday, April 22, 2007

No se solidarizan con las expresiones vertidas


Terminando el programa radial dominical del licenciado Benny Frankie Cerezo la estación transmite, como usualmente se hace, la grabación que advierte que la estación no va a responder por las cosas que se digan o las sandeces que se afirmen. Pocas veces he pensado que esa expresión es más apropiada que en el día de hoy. Si yo fuera dueña de la estación también hubiera brincado y corría a aclarar el asunto aunque fuera para poner remedio preventivo a lo que se acababa de decir. El comentarista del programa, al anunciar una grabación de una pieza musical ejecutada por una trompetista de mucho talento, nos dice más o menos que si pudiéramos ver la foto de la instrumentista muchos nos preguntaríamos como es posible que dios le diera tanto talento a una mujer tan bonita. Y señores no somos nosotros los que nos lo preguntamos, es Don Benny. Al minuto de hacer la dicha expresión el licenciado interrumpe para aclarar antes de que le caigan chinches, como dice, que lo mismo podía decirse sobre el talento dado por la divinidad a un hombre feo. Ambas son extraordinariamente ofensivas, pero me limito a comentar una de ellas.

Nada, que la corrección es peor que el blooper. Pero son esas pequeñas cosas las que nos revelan como piensan las personas. Que venga Freud y lo explique que yo no voy a hacerlo. Pero tristemente ese es el pensamiento que hace tan difícil el ser mujer en nuestra sociedad. Si el comentario se hubiera hecho en un medio de comunicación en otro lugar, como en España o más cerca aún en EUA, otro sería el cantar. El señor Cerezo estaría como en EUA están el comediante Mitchel, como el Imus, o como cualquiera de los que recientemente han caído en al página de Cheo en ese país y quienes han sufrido el rechazo social y han sido despedidos de los medios en los cuales se expresaban; hubiera terminado botao como bolsa del medio de comunicación en el cual se le permite hablar y expresar sus opiniones. Hay sociedades más conscientes que la nuestra sobre lo que se debe decir o no por los medios de comunicación.

No me mal entiendan ni brinquen por lo que no es. Si me van a brincar encima, por favor, tomen el tema que es. No creo que EUA sea modelo del uso de las comunicaciones para educar y para levantar el nivel de conocimiento y de conciencia de las masas. Lo que sucede es que por consideraciones económicas o de conveniencia en esos medios o entre los dueños de esas empresas hay conciencia sobre lo que conviene permitir como expresión de prejuicios y discrímenes contra las mujeres, contra los negros o contra otros oprimidos en la sociedad. Si cambiamos el nombre del sujeto “mujer” por el de “negro”, el conductor del programa, aún en Puerto Rico, no podría salir de la estación sin enfrentarse a cientos de personas que demandarían un desagravio o una acción remediativa. ¿Se imaginan lo que sucedería si la expresión por radio fuera distinta? Si el comentarle a los radio oyentes que si pudieran ver la foto de un músico talentoso podrían preguntarse como es posible que dios le diera tanto talento a un negro, o a un hombre feo, o a un minusválido y suma y sigue. Pero esto es PR y la expresión contra la dignidad de la mujer es aceptable y aún motivo de chiste. En nuestro país, cuando se habla de mujeres, no hay que ser políticamente correcto. Quede claro que entiendo perfectamente que la prohibición de expresiones como esas no eliminan los prejuicios que una persona pueda tener, pero por lo menos envía el mensaje de que dicha actitud no es aceptable y que si usted quiere tener acceso a los medios no pueden andar por ahí diciendo estupideces y ofensas como esas.

Soy consciente de que estas expresiones serán contra atacadas por los que piensan igual al sr. Cerezo y por sus amigos, con muchas justificaciones y con ataques a mi persona. Ya los oigo decir, que no tengo sentido del humor, que no soy tolerante, la cosa no es para tanto, que exagero. Inclusive, casi los oigo decir que ahora a una independentista le ha dado por usar a USA como modelo de algo. Por esas razones precisamente es que esas actitudes y esos prejuicios se reproducen. Porque al enfrentarnos con nuestros errores, respondemos con un chiste que pretende aliviar la carga y descartar la corrección e importancia de lo que se señala. Porque además a la mujer que critica y que se opone se le termina atacando por tener un carácter amargado y carente de sentido de humor. Porque la tolerancia puertorriqueña es realmente más que tolerancia es un rechazo a llamar las cosas por su nombre y a un enfrentarnos a las formas de pensar y actitudes que tanto daños nos hacen como sociedad. Porque cualquier cosa que trate sobre la opresión de la mujer y más aún cualquier expresión que utilice la palabra opresión, es definida como expresión que nace de la ausencia de belleza o de satisfacción sexual de la mujer que la hace.

A riesgo de ser tildada cualquiera de las cosas anteriores, con lo doloroso que resulte el oírlo, todo es definitivamente menos doloroso que el hacer lo que como tanta veces tantas mujeres hemos hecho, es más doloroso y lesivo a mi persona el terminar sometiéndome al chantaje. Porque el silencio y el poner sordina al coraje es más doloroso y enajenante que lo que cualquier insulto pueda ser. Porque el silencio y la aceptación sonriente que se asume para no romper por la calle del medio y para cumplir con el consejo de que calladitas nos vemos más bonitas, duele mucho más que los insultos que puedan proferir. Y estoy lista.